El espectáculo de éxito en Lavapiés cumple 13 años y asciende al 'off Broadway' madrileño
VIRGINIA COLLERA. Madrid
"Mi estreno en la katarsis fue con un play back de It's not unusual, de Tom Jones, y otro de Ciega, sordomuda, de Shakira, y la verdad es que acojona, lo pasé mal", canturrea Raúl Arévalo, que la próxima semana estrena Siete mesas de billar francés, de Gracia Querejeta. "Era mi primer contacto profesional. Imagínate: eres un chaval que está estudiando y que los viernes y sábados se pone delante de 250 personas y, además, puede hacer lo que le da la gana. Aprendí muchísimo, y ahora, cuando hago cine y tengo que improvisar, no me entra el pánico, es como si estuviera entrenado para ello, y eso es gracias a la katarsis".
"Mi estreno en la katarsis fue con un play back de It's not unusual, de Tom Jones, y otro de Ciega, sordomuda, de Shakira, y la verdad es que acojona, lo pasé mal", canturrea Raúl Arévalo, que la próxima semana estrena Siete mesas de billar francés, de Gracia Querejeta. "Era mi primer contacto profesional. Imagínate: eres un chaval que está estudiando y que los viernes y sábados se pone delante de 250 personas y, además, puede hacer lo que le da la gana. Aprendí muchísimo, y ahora, cuando hago cine y tengo que improvisar, no me entra el pánico, es como si estuviera entrenado para ello, y eso es gracias a la katarsis".
La katarsis del tomatazo, que cumple 13 temporadas en cartel y se muda de la escena alternativa de Lavapiés a la comercial del Broadway madrileño. A partir de hoy y hasta diciembre estará en el Pequeño Teatro Gran Vía.
La katarsis es una suerte de prácticas escénicas por las que deben pasar los alumnos del Centro de Nuevos Creadores (http://www.cnc-eca.es/), que dirige Cristina Rota. "Lo dejamos en el tomate porque no queríamos actores lastimados y focos rotos", asegura Rota, ideóloga de esta iniciativa. Su hijo y discípulo Juan Diego Botto pensó que estaba loca. No fue el único:
profesores y alumnos coincidieron en que la argentina había perdido la razón.
"Pero, por respeto, nadie se atrevió a decir nada. Se decían: 'Ella sabrá, como es de los setenta...'. Yo lo que no quería era que mi centro fuera un gueto. Por eso, en 1994 decidí organizar una noche de teatro en la que todo estuviera permitido, con libertad para que los alumnos pusieran en práctica las enseñanzas. Y tenía que asegurarme de que fuera la gente, así que adopté la costumbre italiana del gallinero, para que el espectador eligiera: aplaudir si le gustaba la representación o tirar tomates si no le gustaba", explica.
"Elegí la katarsis porque, al tener público, siempre te exiges más. Además, aprendes a trabajar en equipo, que en esta profesión es muy importante. Era muy divertido", asegura la actriz donostiarra Marta Etura, que pasó por su última katarsis en el año 2000.
Tuvieron que aguantar el temporal de tomates actores como Willy Toledo, Fernando Tejero, Ana Torrent, Goya Toledo, Alberto San Juan, Ernesto Alterio, Juanjo Artero o los hermanos María y Juan Diego Botto. Este último desertó al poco de empezar. "No pienso volver a pasar por la katarsis, me da mucho pudor hacerlo y no me pienso arriesgar a que me tiren más tomates".
Etura fue blanco de pocos tomates; Arévalo, de muchos. Incontables. "En la katarsis impera el todo vale. Todo el mundo tira tomates, aunque les haya gustado. Primero los tiran y luego aplauden, y lo entiendo. Yo tampoco me podría resistir. Supongo que es un deseo oculto que todos tenemos. Es un gusto, un desahogo", dice Etura.
Y es que el tomate ya no es lo que era. "Se supone que era un símbolo de protesta y nos hacen saber que algo falla cuando cae la gran tomatada, que también las ha habido, pero hay un ambiente tan lúdico que nadie se priva de tirar su dosis", señala Rota. Ese ambiente es una de las claves de su inesperado éxito. "Es muy cabaretero, el público se entrelaza con los actores. Es maravilloso", dice Etura. Aunque, en su ya larga historia también ha habido momentos de tensión. Un voluntario del público, rememora Rota, fue capaz de silenciar la algarabía que atronaba a los vecinos (que se quejaban con hortalizas y hasta lejía): "Subió al escenario y se puso a cantar el Cara al sol. Se hizo un gran silencio. Fue terrorífico".
"Es un milagro. Empezamos con 30 personas; luego 50, 70, 100, 200, y creció hasta que ya no cabía nadie más en la sala; había colas larguísimas, venía toda la gente de la resaca de la movida. Fue un gran momento", recuerda Rota. "Pero éste también; estamos en Gran Vía y hay que competir con propuestas más comerciales. Los alumnos están asustados y emocionados. A ver qué pasa".
La katarsis es una suerte de prácticas escénicas por las que deben pasar los alumnos del Centro de Nuevos Creadores (http://www.cnc-eca.es/), que dirige Cristina Rota. "Lo dejamos en el tomate porque no queríamos actores lastimados y focos rotos", asegura Rota, ideóloga de esta iniciativa. Su hijo y discípulo Juan Diego Botto pensó que estaba loca. No fue el único:
profesores y alumnos coincidieron en que la argentina había perdido la razón.
"Pero, por respeto, nadie se atrevió a decir nada. Se decían: 'Ella sabrá, como es de los setenta...'. Yo lo que no quería era que mi centro fuera un gueto. Por eso, en 1994 decidí organizar una noche de teatro en la que todo estuviera permitido, con libertad para que los alumnos pusieran en práctica las enseñanzas. Y tenía que asegurarme de que fuera la gente, así que adopté la costumbre italiana del gallinero, para que el espectador eligiera: aplaudir si le gustaba la representación o tirar tomates si no le gustaba", explica.
"Elegí la katarsis porque, al tener público, siempre te exiges más. Además, aprendes a trabajar en equipo, que en esta profesión es muy importante. Era muy divertido", asegura la actriz donostiarra Marta Etura, que pasó por su última katarsis en el año 2000.
Tuvieron que aguantar el temporal de tomates actores como Willy Toledo, Fernando Tejero, Ana Torrent, Goya Toledo, Alberto San Juan, Ernesto Alterio, Juanjo Artero o los hermanos María y Juan Diego Botto. Este último desertó al poco de empezar. "No pienso volver a pasar por la katarsis, me da mucho pudor hacerlo y no me pienso arriesgar a que me tiren más tomates".
Etura fue blanco de pocos tomates; Arévalo, de muchos. Incontables. "En la katarsis impera el todo vale. Todo el mundo tira tomates, aunque les haya gustado. Primero los tiran y luego aplauden, y lo entiendo. Yo tampoco me podría resistir. Supongo que es un deseo oculto que todos tenemos. Es un gusto, un desahogo", dice Etura.
Y es que el tomate ya no es lo que era. "Se supone que era un símbolo de protesta y nos hacen saber que algo falla cuando cae la gran tomatada, que también las ha habido, pero hay un ambiente tan lúdico que nadie se priva de tirar su dosis", señala Rota. Ese ambiente es una de las claves de su inesperado éxito. "Es muy cabaretero, el público se entrelaza con los actores. Es maravilloso", dice Etura. Aunque, en su ya larga historia también ha habido momentos de tensión. Un voluntario del público, rememora Rota, fue capaz de silenciar la algarabía que atronaba a los vecinos (que se quejaban con hortalizas y hasta lejía): "Subió al escenario y se puso a cantar el Cara al sol. Se hizo un gran silencio. Fue terrorífico".
"Es un milagro. Empezamos con 30 personas; luego 50, 70, 100, 200, y creció hasta que ya no cabía nadie más en la sala; había colas larguísimas, venía toda la gente de la resaca de la movida. Fue un gran momento", recuerda Rota. "Pero éste también; estamos en Gran Vía y hay que competir con propuestas más comerciales. Los alumnos están asustados y emocionados. A ver qué pasa".
EL PAÍS, viernes 28 de septiembre de 2007
Fotografía: El Duende de Madrid
No hay comentarios:
Publicar un comentario