domingo, 2 de septiembre de 2007

Blanca Sánchez


La artista y galerista Blanca Sánchez, una de las impulsoras de la conocida “Movida madrileña” y comisaria del homenaje que la Comunidad de Madrid organizó con motivo del 25 aniversario de la misma, ha fallecido a los 59 años, tras padecer una grave enfermedad. Nacida el 21 de octubre de 1948 en Madrid, Blanca Sánchez fue quien acogió en su casa a Pedro Almodóvar cuando este decidió trasladarse a la capital. Por su casa pasaban habitualmente los Costus, Miguel Ordóñez, Alaska, Fabio McNamara, Carlos Berlanga y Bernardo Bonezzi, y allí, en su mesa camilla, entre charla y charla, creaban, y de sus creaciones nació la conocida “Movida”. Muchos la consideraban también la responsable del “estilo Almodóvar”, aunque ella siempre ha desmentido ambas cosas, pero lo cierto es que parte del vestuario de la película “Pepi, Lucy y Boom” era obra suya.
Vivió entre los 15 y 23 años en Parías, Colonia y Londres. De regreso, le esperaba el Madrid de finales de los 70 y principios de los 80, y desde entonces su vida quedó vinculada al mundo del arte, encargándose de organizar exposiciones en establecimientos como las galerías Bandrés, Fernando Vijande, Maier Hahn o Max Heztler.
Entre las colaboraciones y participaciones que realizó en el cine en aquellos primeros años, destacan las llevadas a cabo con Almodóvar en “Historia de amor que termina en boda” (1974), “Pepi, Luci y Boom” (1980), “Laberinto de pasiones” (1982), “Qué he hecho yo para merecer esto) (1981) y “Amantes de lo prohibido” (1986). También trabajó en todos los cortos que Iván Zulueta realizó de 1973 a 1976; y en los de Jesús Ferrero en 1984, durante su primera estancia en Madrid. En 1985 fue asesora y ayudante de dirección del mítico programa cultural de Televisión Española “La Edad de Oro”, que presentaba Paloma Chamorro.
En 1987 fue comisaria de la exposición sobre Andy Warhol en España, realizada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Asimismo ejerció como representante personal de Carlos Berlanga, realizando la gira por España con Alaska y Dinarama, en este año, y la gira por México y California, en 1988, año en que también trabajó con Alberto García – Álix.
Desde 1992 y hasta 2003, fue coordinadora de Artes Plásticas, Arquitectura y Diseño en todas las exposiciones realizadas en el Círculo de Bellas Artes.

ABC VIERNES 31_8_2007



“La dama de la Movida”
Jorge Berlanga

Creo que la primera vez que vía a Blanca Sánchez me la presentó Andy Warhol en una fiesta de Fernando Vijande, cuando el artista dejó su factoría de Nueva York y se acercó por aquí para decidir de paso que Madrid era la ciudad más divertida del mundo. Exponía unos cuadros que, de algún modo, eran el retrato y el apoyo acrílico de la nueva España. Entre canapés y copas, a la vera del señor millonetis al que le gustaba gastar duros para que el mundo cambiara un rato y fuera un poco gracioso, imaginativo y de otra manera.
Warhol se dejaba fotografiar con el divino perfil de Cristina Huarte, con el susurro en blanco y negro de mi hermano Carlos, con Almodóvar y McNamara haciendo ruido en la cocina, con la enmarañada pelambre de Paloma Chamorro como perfecta niña alborotadora del panorama cultural, en donde señores con educación, mujeres leídas y rebeldes y una pandilla de adolescentes con inquietudes decidieron sin querer hacer de este país un ejemplo de modernidad.
Cuando se habla de los padres o madres de la Movida madrileña, a mi me da la impresión de entrar en unos horrorosos territorios de memoria geriátrica. Yo a lo que vengo en unos párrafos es a hablar de Blanca Sánchez que, siendo un poco mayor que la mayoría, no dejaba de ser la más joven. Vestida, maquillada, teñida con colores siempre dignos de sorprender. Amada en su aparente soledad de un formidable cariño de fortaleza en todos los ángulos sensibles para acoger, mimar y promocionar a todo pájaro perdido que cayera en su iluminada proximidad. Siendo tan conocida, era un pequeño mito desconocido. Una especie de mujer de culto, para bien o para mal, que se encarnaba en catalizador y símbolo de artes y energías propias y ajenas.
¿Qué es hablar del arte, para alguien que tanto lo ha querido y lo ha vivido hasta la muerte?. A Blanca de pronto la veo como un raro centro de alegre gravedad sobre el que giran pintores de principio y fin de siglo. Los Gordillo, Campano, Sicilia, Pérez Villalta, Molero, Martín Begué, Javier de Juan, Ceesepe, El Hortelano, Ouka Leele y tantos que me canso de contar.
Estuve con ella codo a codo hace unos meses, trabajando en la remembranza que hizo la Comunidad de Madrid de la mano de Esperanza Aguirre y el apoyo de Álvaro Villarín sobre los viejos y todavía estimulantes tiempos de la ciudad entregada a la libertad y al fuego creativo. Tal vez ya Blanca estaba enferma, sin decirlo y sin que lo notáramos en la revivida hoguera de vanidades y delirios. Pero se estaba muriendo tratando de disfrutar un poco más de la vida y, de paso, como siempre, tratando de ayudar a los demás. Con todo lo que siempre le gustó, que era rodearse de toda la convulsión y reposo que puede ofrecerle el mundo de la creación en una sociedad destructiva. Con ese sentido de la elegancia que lleva a fallecer discretamente sin desbaratar poco más que el mínimo aparato sentimental de familia y amigos. Donde a veces no sabemos qué pintamos, pero, al menos, podemos seguir apreciando el secreto sabor de las pinturas. Con música incluida.


LA RAZÓN Viernes 31 de agosto de 2007

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