jueves, 25 de octubre de 2007

Viva Nacha Pop

Dos décadas han esperado los fans el regreso de Antonio y Nacho. Su llama se ha mantenido en un bar de Malasaña, barrio de Madrid al que ellos volvieron para este reportaje
22.10.07 - ISABEL IBÁÑEZ
Los amantes de la noche que rastrean las ciudades en busca de garitos con identidad donde apurar la madrugada saben que Malasaña es la referencia en Madrid. Al menos para aquéllos que quedaron hechizados por una época, por una forma de entender la vida. Los ochenta marcaron a todos, adoradores y detractores de la desgastada Movida, viejos calaveras, jóvenes que escuchaban envidiosos a sus padres contar la madre de todas las batallas mientras pinchaban sus discos. Cada esquina de este barrio con epicentro en la plaza Dos de Mayo rezuma historia, de ésa que gestó la edad de oro del pop español.
En uno de los portales de este sombrío, decadente y hermoso barrio murió el 18 de noviembre de 1999 por una sobredosis Enrique Urquijo, de Los Secretos. Cerca de allí, los fans de Sabina se apretujan en el Peor para el Sol a la espera de que cualquier noche se abra la puerta y aparezca Él. Más allá, en la calle Velarde, La Vía Láctea, templo de la Movida. Cuántos recuerdos.
Y luego está El Penta. Viernes y sábados los noctámbulos hacen cola a su puerta. Saben que dentro suena música española de la buena, de la que se puede cantar y bailar en comunión: Divina de Radio Futura, los Zombies con aquello de «Y yo te buscaré en Groenlandia...»... y, cómo no, Nacha Pop. De sus paredes cuelgan fotos de la banda y a eso de las cuatro la fiesta promete acabar con una bonita canción: Chica de ayer, la que escribió Antonio Vega con 17 años en la playa de la Malvarrosa, durante su mili en Valencia, sin imaginar que se convertiría en un himno, sin saber que el bar que en ella menciona es, aún hoy, treinta años después, lugar de peregrinaje: «Luego por la noche al Penta a escuchar canciones que consiguen que te pueda amar...».
Hacía mucho tiempo que Antonio no aparecía por Malasaña, el barrio al que él y su primo Nacho García Vega estuvieron tan unidos. El martes dieron una rueda de prensa para hacer balance de su actual gira,que les ha llevado juntos por toda España otra vez bajo el nombre de Nacha Pop -surgió de una broma, cuando entre ellos se llamaban la Nacha, la Antonia...-, la banda que ellos mismos rompieron hace 19 años en pleno éxito aún no se sabe bien por qué.
Pero hoy, más de 200.000 personas les han visto ya, entre ellas miles de murcianos y ilicitanos. Están a punto de terminar, sólo quedan dos destinos: Bilbao y su ciudad, Madrid. Empezaron en junio en Gredos, con muchos miedos, mucho frío y los cuatro dedos de la mano izquierda de Nacho pillados por la puerta de la furgoneta. Menos mal que tenía una goma de seguridad. Ésa es una de las anécdotas que recogerán en un DVD sobre la gira. También preparan un CD grabado en directo en varias ciudades.
Después de atender a los periodistas en el edificio gaudiniano de la SGAE, aceptan la proposición de los autores de este reportaje, la de internarse en Malasaña para responder a la entrevista y sacar las fotos.

Antonio: «Hace muchos años que no pisaba esta zona», dice en el bar Pepe Botella mientras unos veinteañeros se avisan con el codo al reconocerles.

Nacho: Yo he vuelto a algún concierto, pero nada como antes, cuando no salíamos de aquí. Nos movíamos como bolas en la mesa de billar que es este barrio.

Antonio: Volver me ha traído algún recuerdo entrañable de hace muchos años. Y algún otro no tan entrañable. Ya no venimos por aquí porque la vida nos ha llevado por otro lado. Bueno, yo ahora mismo ni me acuerdo del Penta, sólo cuando canto Chica de ayer. Es acojonante lo que ha pasado con ese bar, es algo que se nos ha ido de las manos, pero forma parte ya de la historia de la música y de la cultura contemporánea.
Fueron Nacha Pop desde 1978 al 1988 y fueron grandes. Luego cada uno siguió su camino en el mundo de la música, Nacho con su grupo Rico y después en solitario, al igual que Antonio, ese genial poeta con varios discos a sus espaldas y aquel que le hicieron de homenaje, titulado Ese chico triste y solitario, una coletilla que le persigue desde entonces y que no le gusta nada. Porque él dice que en realidad no es así, a pesar de que el poco tiempo que le deja la composición y el estudio se lo pase con sus trenes: «Me gusta trabajar con las manos, tengo un taller guapo y llevo un año con una maqueta de tren muy grande, de seis metros por tres, con un esquema de cuatro circuitos combinados, todo digitalizado, está muy bien. Y tengo un telescopio; si no hubiese sido músico sería astrofísico». Pero en la entrevista, sorpresa, se revela como un tipo con humor, el mismo que despliega con su primo, un dúo cómico.Preguntados por cómo llevan la gira físicamente:

Nacho: En cada concierto estoy perdiendo un kilo, que luego recupero bebiendo.

Antonio: Y el que pierde él lo gano yo, ¿no ves?

Sobre si se han tirado los trastos a la cabeza:

Nacho: Algún grito que otro ha habido. Bueno, gritos no, porque no es lo que utilizamos entre nosotros...

Antonio: Hostias, ha habido hostias, ja ja ja... Bueno, son cosas naturales y ocurren cuando se trata de poner a punto una historia tan intensa como esta.

Acerca de qué cosas no aguantan el uno del otro:

Antonio: Yo es que no le aguanto, no le aguanto, ja, ja, ja...

Nacho: Ja, ja. Nos conocemos mejor, nos respetamos y sabemos cómo hacernos reír.

Antonio: Nacho y yo nos conocemos de toda la vida y por compartir la misma sangre y venir de la misma familia la relación es algo especial, no es lo habitual en un esquema de convivencia de grupo, es algo más.

El yin y el yang

Sólo hay que ver con qué cariño trata Nacho a su primo, cómo le abraza y busca su sonrisa, la forma en la que ambos se ensamblan como las piezas del yin y el yang; el uno con su vitalidad exultante, con esa risa que él sabe vale por dos, y el otro, con esa aparente fragilidad que despierta ternura. La misma que tiene preocupados a sus fans desde hace dos décadas. Veinte años que llevamos enterrando a Antonio y él ahí sigue. Veinte años hablando de su relación con las drogas como si él fuera la encarnación del adicto universal. Decían que no aguantaría la gira. Y en estos veinte años lo que ha hecho él es desarrollar un negro sentido del humor. Llega a decir que ha pensado en dejarse caer en pleno escenario para ver si se asustan de una vez y le dejan en paz: «Ja, ja, sí, pues tanto decir, ahora vais a hablar con razón. Nacho y yo tenemos un humor muy especial y hemos aprendido a ridiculizar lo que no nos hace gracia y a reírnos con las cosas que sí la tienen. De todas formas, me agrada que la gente esté pendiente y se preocupe, siempre en términos positivos; cuando no es así, procuro que me dé igual y no hacer caso, prestar oídos sordos. Me quedo con el cariño de la gente y con la preocupación sana y bien entendida».
Cuando un grupo se reúne de nuevo sabe que van a llover argumentos para intentar explicar esa circunstancia; uno de ellos, la pasta. La reunión de Nacha Pop ha coincidido en el tiempo con la de muchas otras bandas importantes. En el extranjero, Police, Led Zeppelin... Y en nuestro país, Héroes del Silencio, Hombres G, Los Ronaldos... A Nacho le gustaría ver de nuevo juntos a Ciudad Jardín y Antonio se decanta por Golpes Bajos. «Pero nuestra cronología a la hora de hacer las cosas -explica Nacho- no coincide con una tendencia, con un deseo del mercado porque esté más favorable a esta música. Esta decisión nos ha salido de dentro».

Mosqueado
Y luego, a esperar las críticas.

Nacho: La mayoría han sido buenas. Recuerdo una que nos ponía muy mal y que no aportaba nada. Al periodista no sólo no le gustaba el grupo, sino que de entrada le parecía fatal el hecho de que nos juntáramos. La crítica era demoledora, a Antonio le ponían a parir y a mí también. Lo más increíble es que describía el concierto como desangelado cuando el sitio estaba lleno y la gente muy caliente. Escribía con premeditación, decía que los arreglos de teclados que ya eran antiguos en los ochenta, ahora están fuera de tiempo, cuando el 90% de esos arreglos no existían entonces. Se inventan cosas para ponernos a parir...

Antonio: A Nacho le mosquea más que a mí ese tipo de cosas. A mí me afectan, pero a Nacho más.

Nacho: Me indignan un poco...

Antonio: Te mosquean, te mosquean, ja, ja, ja... Y a mí me dan bastante igual, ja, ja, ja...

Antes de cada concierto confiesa Antonio que se agarran todos los miembros del grupo en corro, con la mirada clavada en el centro y con una cuenta atrás en los cascos. «Al llegar a un número gritamos un 'yo' al unísono. Nos da mucha energía». Luego salen y tocan lo que la gente espera, sus éxitos: Lucha de gigantes, Relojes en la oscuridad -«la que más nos gusta, ha envejecido muy bien; en directo va como una locomotora»-, Grité una noche... Y Chica de ayer, claro.
¿Y después del concierto? «Nos gusta mucho reunirnos en la habitación del hotel hasta altas horas de la madrugada, tirarnos ahí de charla, riendo, haciendo bromas, disfrutando del momento», dice Antonio. Nacho añade: «Y también solemos invitar a gente de la ciudad en la que estamos, fans que nos conocieron en los ochenta, gente que nos quiere, que ha venido de otras partes. Vamos a hoteles muy bonitos, tenemos unas habitaciones estupendas con terrazas, con todo lo que puedas imaginar, y las aprovechamos a tutiplén».
Una vez dijo Antonio: «Por las desdichas pasadas reivindico la euforia de vivir». ¿Cuáles son los pequeños placeres que hoy hacen saborear la vida a Nacha Pop?

Nacho: Correr por el campo.

Antonio: Tumbarme boca arriba en una playa y mirar al cielo limpio, las estrellas...


LAVERDAD.ES - 22.10.2007
Fotografía: EL País

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