Fin de trayecto. Nacho García Vega y Antonio Vega ponen hoy el broche de oro a la gira de Nacha Pop con un concierto en Madrid. Antes de que acabe el año llegará a las tiendas un disco en directo grabado con lo que salga esta noche del Palacio de los Deportes. Y el que viene parece que habrá un disco de estudio con temas nuevos firmado por el grupo. Lo dicen casi en voz baja «porque todo depende de lo que seamos capaces de hacer, de momento, tenemos el espíritu y las directrices. Ya veremos».
Cuatro meses de gira han dado para «momentos sublimes» y «sensaciones fuertes», confiesan ambos casi al unísono. En realidad, han vivido dos reencuentros; primero, con su repertorio de casi cien canciones y, después, con el público, el de entonces y el ejército de quinceañeros que ha ido descubriendo al grupo en los últimos años: «Hemos vivido experiencias a nivel humano, artístico y profesional. Volver a tocar aquellas canciones nos ha hecho sonreír porque nos hemos dado cuenta de que muchos recursos estilísticos todavía funcionan», comenta Antonio Vega. Él fue el más carismático de la banda a su pesar, y el más mediático, aunque también el más sufridor en lo personal. Ahora dice estar en forma. Ha recobrado la ilusión de tocar en grandes recintos.
Un trío mutilado
Sobre el escenario, 25 canciones, algunas «bastante retocadas», y un puñado de músicos en el que falta Carlos Brooking, el otro miembro de la banda. «Cuando empezamos éramos cuatro. Se fue Ñete y quedamos tres. En formato de trío cocinamos nuestros mejores temas. Carlos no ha podido estar en la gira, pero nos dio su apoyo cien por cien. Es el que mejor gusto tenía de los tres, el más técnico», explica Nacho.
La oleada de reencuentros de viejos grupos anticipaba que era una cuestión de tiempo el regreso de Nacha Pop. «Dejamos la puerta abierta, y cuando nos fuimos advertimos que algún día volveríamos. Lo curioso es que nos ha recibido la gente que nos despidió». Una de las sensaciones que se ha apoderado en muchos momentos de la gira «es que somos un grupo más poderoso que en los ochenta, grandes en todos los sentidos, sonamos mejor».
Si hay un valor que destacan los seguidores de Nacha Pop es la estrecha conexión afectiva que establecen con sus canciones: «Esa relación tan intensa que muestra el público a veces nos asusta. Hay muchos que nos dicen que salvamos su vida, que salieron de malos momentos gracias a una canción determinada. Es demasiada responsabilidad para un grupo de música pop».
En sus comienzos, Nacha Pop no renegó de la técnica musical. Lo que sí compartían con colegas de aquella época era la pasión por tocar y componer y la escasa visión comercial de sus planteamientos: «Siempre nos vimos como músicos. La música era para nosotros algo muy serio. Despotricábamos contra los que reivindicaban el mal hacer o contra los que decían que ya estaba todo inventado».
Pagaron la novatada, como sigue pasando hoy con muchos grupos, y su discográfica les asfixió todo lo que pudo y algo más: «Nacha Pop tenía un carácter fuerte, nos construimos una coraza a pesar de nuestra fama de blandos para que nos respetaran. Nos enfrentamos a estamentos que ningún otro grupo osó hacer», cuenta Nacho.
Magia y una enfermedad incurable
- «No hay una discográfica detrás del regreso. Es una decisión y una empresa nuestra. Nuestro sueño ha sido sonar como una banda de rock».
- En el concierto suenan canciones de la etapa en solitario de Antonio Vega y de Nacho además de los temas más conocidos. Aunque al público no le gusta oír el material nuevo, ellos siguen tocando desde el principio de la gira al menos una canción inédita reciente.
- Nacho García Vega: «Me gusta de Antonio cómo maneja las palabras y el tiempo con los acordes, eso lo hace mejor que nadie. Es un músico mágico, muy especial, una enfermedad incurable para mucha gente»
- Antonio Vega, sobre su primo: «Es un nadador de fondo curado de espanto. Tiene una capacidad enorme para reflejar cosas ocultas. Teatraliza todo hasta hacerlo real. Es el súmmun de la espontaneidad».
- Nacha Pop se separó hace 19 años. Entre aquella etapa y la actual han madurado. No queda otra. Así que ahora, reconocen, «administramos mejor la sensación de vértigo que sentíamos cuando nos subíamos a un escenario y experimentábamos ese toma y daca con el público. Ahora controlamos más la situación, es una manera de alargar ese momento inolvidable. Eso no ocurrió con el concierto de Jácara del 88», dice Antonio.
LA RAZÓN, Viernes 26 de octubre de 2007
Fotografía: El Mundo
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