Conocer el espíritu de la época en que los jóvenes madrileños, por primera vez en su historia, troquelaron las costumbres, las ideas, la moda y el arte en la ciudad resulta una aventura grata en la Biblioteca Nacional. En su sala de exposiciones temporales se expone hasta el 18 de noviembre La Luna de Madrid y otras revistas de vanguardia de los años 80.
Los visitantes pueden contemplar en ella el fluir de unos años singularmente intensos en la creatividad generadora de cultura/contracultura a través de portadas, recortables, dibujos, fotografías y testimonios de aquellas publicaciones, expresión de lo que sería conocido como la posmodernidad en clave madrileña. Por cultura se convenía en entender -mucho ha llovido en estas décadas- una forma suprema de sentir, conocer y comunicar sazonada por el disfrute individualizado de las libertades de reunión, expresión y creencias recién arrancadas a la tiranía tras un valiente proceso de oposición antifranquista en las calles. Primero fue conquistar la libertad de todos; luego, la de cada uno.Los veinteañeros de los ochenta, ya con estudios e idiomas, aprovecharon bien la primera ocasión de salir al extranjero y de retornar a Madrid sin que la policía política de ningún autócrata les desvalijase en la aduana de todo tipo de foto, libro o cómic sospechoso. Fruto de aquellas salidas a Londres, Amsterdam o Nueva York fue la comparación de lo que había en Madrid entonces y lo que en Europa o Estados Unidos a la sazón se vivía, el goce de la libertad. Y surgió la pregunta: ¿Por qué nosotros no?
Borja Casani, de 55 años, primer director de La Luna de Madrid y que hoy vive en Formentera, era un devoto de The Kinks, grupo británico cargado de empuje. Con un cogollo de amigos vertebrado como un grupo de rock, deseosos todos de transgredir cuanto pudieran -"España no me gustaba nada", escribe ahora- Casani decidió crear la revista, cuyo diseño ideó libérrimamente el pintor José Luis Tirado. De La Luna -que llegó a tener espacio en Arco en 1984 y 1985- salieron a la calle 50 números y sus contenidos satisficieron el despertar de la pluralidad madrileña al dar cabida a todo el espectro literario, artístico e ideológico de la ciudad, salvo el de los intolerantes. Frente a otras revistas añadió a su sumario temático el sexo, la fotografía, la publicidad, amén de la moda, el diseño, la arquitectura -con excelentes recortables de Vicente Patón- hasta adquirir un troquel contracultural que adoptaría luego el nombre de Movida.
No obstante, la invención de este término, ya en 1974, la atribuyen algunos a Xaime Noguerol, orensano y periodista, autor del librito Extraños en el escaparate, editado por La Banda de Moebius, que se muestra en una vitrina de la exposición. Noguerol gustaba de lanzar a manos llenas monedas al suelo entre sus compañeros de la Escuela Oficial de Periodismo, para felicitar luego efusivamente a quienes no se habían agachado a cogerlas. "La movida deriva de movie, cine en inglés" decía, por sus componentes dinámicos, tan en consonancia con el tipo de vida que gentes de aquella generación, como el propio Noguerol, asumían: individualismo, iniciativa, riesgo, crítica, transgresión... Tal secuencia era el ideal de existencia añorado y practicado por autores y lectores no solo en La Luna -homónima de una revista literaria chilena en 1940- sino de muchos fanzines y publicaciones coetáneas, literarias o de cómic, repartidas por todo el país y de la entidad de El Víbora; Makoki; Madrid me mata; Tintimán; Madriz; Lavativa o las más serias El paseante y Cuadernos del Norte, que surgieron antes o entonces al calor del empuje que dió lumbre a aquel esfuerzo. José Tono Martínez, comisario de la exposición de la Biblioteca Nacional y segundo director de La Luna ha comentado con un poso de ironía: "Cuando íbamos por los pueblos a anunciar la posmodernidad nos dábamos cuenta de que, en ocasiones, eran lugares a los que no había llegado siquiera la modernidad".
Aquel desafío germinó en una explosión de libertad cuyo despliegue, por lealtad a su propio impulso, condujo a su consunción. De todo da cuenta esta muestra, de evocadora visita.
La Luna de Madrid y otras revistas de vanguardia. Biblioteca Nacional. Paseo de Recoletos, 20. De martes a sábados, 10.00 a 21.00. Domingos y festivos, 10.00 a 14.00. Entrada gratuita.
Borja Casani, de 55 años, primer director de La Luna de Madrid y que hoy vive en Formentera, era un devoto de The Kinks, grupo británico cargado de empuje. Con un cogollo de amigos vertebrado como un grupo de rock, deseosos todos de transgredir cuanto pudieran -"España no me gustaba nada", escribe ahora- Casani decidió crear la revista, cuyo diseño ideó libérrimamente el pintor José Luis Tirado. De La Luna -que llegó a tener espacio en Arco en 1984 y 1985- salieron a la calle 50 números y sus contenidos satisficieron el despertar de la pluralidad madrileña al dar cabida a todo el espectro literario, artístico e ideológico de la ciudad, salvo el de los intolerantes. Frente a otras revistas añadió a su sumario temático el sexo, la fotografía, la publicidad, amén de la moda, el diseño, la arquitectura -con excelentes recortables de Vicente Patón- hasta adquirir un troquel contracultural que adoptaría luego el nombre de Movida.
No obstante, la invención de este término, ya en 1974, la atribuyen algunos a Xaime Noguerol, orensano y periodista, autor del librito Extraños en el escaparate, editado por La Banda de Moebius, que se muestra en una vitrina de la exposición. Noguerol gustaba de lanzar a manos llenas monedas al suelo entre sus compañeros de la Escuela Oficial de Periodismo, para felicitar luego efusivamente a quienes no se habían agachado a cogerlas. "La movida deriva de movie, cine en inglés" decía, por sus componentes dinámicos, tan en consonancia con el tipo de vida que gentes de aquella generación, como el propio Noguerol, asumían: individualismo, iniciativa, riesgo, crítica, transgresión... Tal secuencia era el ideal de existencia añorado y practicado por autores y lectores no solo en La Luna -homónima de una revista literaria chilena en 1940- sino de muchos fanzines y publicaciones coetáneas, literarias o de cómic, repartidas por todo el país y de la entidad de El Víbora; Makoki; Madrid me mata; Tintimán; Madriz; Lavativa o las más serias El paseante y Cuadernos del Norte, que surgieron antes o entonces al calor del empuje que dió lumbre a aquel esfuerzo. José Tono Martínez, comisario de la exposición de la Biblioteca Nacional y segundo director de La Luna ha comentado con un poso de ironía: "Cuando íbamos por los pueblos a anunciar la posmodernidad nos dábamos cuenta de que, en ocasiones, eran lugares a los que no había llegado siquiera la modernidad".
Aquel desafío germinó en una explosión de libertad cuyo despliegue, por lealtad a su propio impulso, condujo a su consunción. De todo da cuenta esta muestra, de evocadora visita.
La Luna de Madrid y otras revistas de vanguardia. Biblioteca Nacional. Paseo de Recoletos, 20. De martes a sábados, 10.00 a 21.00. Domingos y festivos, 10.00 a 14.00. Entrada gratuita.
EL PAÍS, miércoles 10 de octubre de 2007
Fotografía RICARDO GUTIÉRREZ (elpís.com)
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